La alquimia busca el oro, la máxima belleza. El filósofo genuina busca la verdad, la máxima de las bellezas. El alquimista usa la piedra filosofal: quizás una piedra, quizás mercurio derretido...
El filósofo genuino, sin embargo, usa el máximo de los catalizadores para convertirlo todo en oro! La mejor de las piedras! El mejor elíxir! El mejor de los mercurios!
‼️ El filósofo genuino usa LA PREGUNTA‼️⚗️🧪 🪄
Qué es? Por qué es? Para qué es? Cómo es?....
Qué soy? Por qué soy? Para qué soy? Cómo soy?...
Quien posee y usa LA PREGUNTA tiene el poder alquímico. Halla la verdad. Vive en el oro. Habita la belleza. Es mago silencioso.... Pues todo lo comprende, todo lo mira, todo lo sabe, todo lo conoce... 🕯️✨
(se me cortó)
ResponderEliminarLa transmutación del existir en el habitar, del hacer por el ser; se da por medio de la pregunta. Se transforma todo en sabiduría, en belleza. En cierto sentido se consigue la eternidad que algunos alquimistas buscaban, esta eternidad no es la inamovible de la metafísica, sino una eternidad del devenir, en un mundo siempre cambiante, las preguntas siempre revelan algo más de uno. Por esto el filósofo y el alquimista realizan ejercicios paralelos. Hay un elemento primordial que hace que todo lo demás sea habitable, y así como el elixir lo es para los alquimistas, la pregunta que siempre se lleva consigo es la herramienta infaltable de los filósofos.
En el corazón del filósofo siempre debe estar presente La Pregunta, la herramienta esencial en nuestra búsqueda de sentido, porque el verdadero valor de la pregunta no se limita a lo material, ni siquiera a la esfera digital, trasciende hasta tocar algo mucho más profundo: el alma, esa chispa alquimista que todos llevamos dentro. Pero aquella chispa sólo cobrará sentido y se encenderá completamente al ser tocada por la filosofía de manera genuina, La Pregunta conlleva un poder inimaginable, único y personal.
ResponderEliminarAsí que, La pregunta es, entonces, la puerta a la sabiduría y la guía para volver a nuestro hogar, una herramienta infinita capaz de abrir caminos hacia nuestra esencia. Indagar sobre quiénes somos, por qué somos y para qué somos.
Entre el trabajo del filósofo y lo del alquimista, hay un lazo. Los dos se unen buscando una transformación que nazca desde la pregunta por lo bello.
ResponderEliminarEl alquimista toma como punto de partida el eterno e incansable movimiento de todo lo que existe, su mirada vitaliza el ser: si todo está vivo, hay que cuidar.
La busqueda de lo bello, de la piedra filosofal, gana su sentido entonces desde una mirada cósmica que saca el humano dal centro, mostrandole cómo sólo es un actor entre otros.
Desde esta comprensión se puede ganar una actitud transformativa que sea desde el amor y no desde el control, con una toma de posición que sea humana y no antropocéntrica o egocéntrica. Cada acto se realiza así con respeto y conciencia: se busca un sentido general y cuando se encuentra sólo se puede actuar en ello, apreciando la universalidad de la belleza.
Si el filósofo quiere llenar de sentido el mundo buscando la realidad del ser, debe alejarse de sus negaciones, es decir, de los artificios puestos por el tener o el hacer; de hecho, estos conllevan una belleza que es sólo aparente, y que nunca puede entrar a definir el hogar. Pero, afortunatamente, por detrás de la trampa de la superabundancia siempre queda la pregunta: ¿quien soy? ¿que es lo que importa y por qué?
Es como la caja de Pandora: al finál se queda la esperanza, y un filósofo tiene el deber de trabajar en ella. La capacidad alquimica del filósofo está en su mirada, la posibilidad de moldear el mundo está en las preguntas que él mismo mundo suscita.
Luisa Alzate
ResponderEliminarEl filósofo es el alquimista por esencia, pues el que lograr maravillarse con lo más simple y logra encontrar la belleza que no todo el mundo puede ver, recordar por ejemplo el Teeteto de Platón donde nos narran como Tales maravillado por los astros cae dentro de un pozo; a pesar de que no estaba pendiente del mundo que tenía alrededor, explicita muy bien ese sentimiento de maravilla y curiosidad por ver el mundo, lo que nos lleva a realizar las preguntas correctas, haciendo de los momentos oro, dándole un nuevo sentido a las circunstancias en donde nos encontramos.
Al igual que el alquimista esta en constante búsqueda del oro, fijándose en cada pequeño detalle, eso mismo realiza el filósofo dándole un sentido diferente a su ser, pues le da un sentido diferente a la existencia, gracias a su experiencia de mundo, la cual esta llena de sentidos y valor propio, pues es cada uno el que le brinda o hace oro de las circunstancias.
La alquimia, uno de los miles de caminos y opciones que tiene el hombre para llegar a la belleza, se diferencia específicamente en la realización de aquello que busca. No es como otras ciencias que, teniendo como base lo existente se jactan de la belleza externa e intocable, es un camino que obliga, que arremete en contra de los límites para lograr un encuentro propio, cercano y suficiente para ese hechicero solitario.
ResponderEliminarPienso que por esta misma soledad, por esta misma intención de ver lo que nadie ha querido forzar antes, es que se relaciona tanto con el filosofar. Un filósofo que más allá de esperar a que el mundo le arroje oro, busca la forma de elaborarlo con sus propias manos. Un hechicero, un filósofo, entonces, es un ser existente consciente de su propia capacidad de encontrar y hacer emerger lo bello mediante el mercurio, mediante la pregunta que surge en cada momento de la vida, esa incomodidad perpetua que nos obliga a pensar en cómo podemos hacer que este instante sea hermoso, una pregunta que nunca se detiene y cuyo límite es la vida propia, la vida misma.
Por: Danna Rodríguez
Entender la verdad como oro (perfección) es la metáfora que nos ayuda a conducirnos a un autoconocimiento, el ser humano no sólo necesita de constantes teorías que le describen el mundo y cómo debe entenderlo necesita agregar el mismo el químico esencial para transformar la pregunta en oro, de este modo se transforma las experiencias en una búsqueda constante de interpretación y comprensión subjetiva. Y es que la belleza ya no es solamente la materia sino el sentido de las cosas la belleza está en escudriñar las vivencias.
ResponderEliminarTanto la alquimia como la filosofía buscan una transformación, pero con diferentes objetivos:
Una busca la transformación física de la materia, especialmente la creación de oro (utiliza herramientas como la piedra filosofal) y la otra busca la transformación del conocimiento y la comprensión del mundo (utiliza como herramienta principal "La Pregunta"). Sin embargo, la piedra filosofal es un catalizador físico, mientras que la pregunta es un catalizador mental. Ambas permiten una transformación, pero a diferentes niveles. Por lo cual, no es solo la capacidad de transformar la materia, sino también la capacidad de transformar la mente y la comprensión del mundo.
Marylin Velandia
(Ana María Benavides)
ResponderEliminarLa piedra filosofal, en la antigüedad, se consideraba una sustancia mítica capaz de transformar cualquier elemento en oro, convirtiendo lo ordinario en lo más preciado. Sin embargo, esta concepción merece un análisis más profundo. La verdadera transformación no radica únicamente en la piedra misma, sino en la preparación y el conocimiento del individuo que la busca. No cualquiera puede ser un alquimista; se requiere de un ser que posea un entendimiento profundo del cosmos, de su composición y de una vasta información teórica y práctica que le permita trascender lo observable.
En este escenario, podemos establecer un paralelismo fascinante con el filósofo. Al igual que el alquimista, el filósofo se aventura más allá de sus propios sentidos, cuestionando constantemente en busca del objeto de su ardua investigación. Algunos buscarán la verdad, otros lo sublime, la libertad o la felicidad. Sin embargo, es crucial reconocer que no es posible emitir un juicio o comparación universal, pues cada individuo puede encontrar su propia "piedra filosofal" en el camino que elija recorrer.
Otra faceta intrigante de la piedra filosofal es su consideración como elixir de la vida, lo cual incita a una búsqueda exhaustiva e interminable. Este aspecto nos lleva a una profunda reflexión: si la búsqueda misma se convierte en el objetivo de toda una vida, ¿es esta el fin o simplemente el medio? Esta pregunta nos invita a considerar el valor intrínseco del proceso de búsqueda, más allá de su resultado final.
La reflexión sobre la piedra filosofal puede revelar aspectos fundamentales de la naturaleza humana. A pesar de ser considerada actualmente como un elemento "inexistente", la idea de la piedra filosofal continúa simbolizando la búsqueda de algo que trasciende los límites de lo humano. ¿Es acaso la búsqueda de la inmortalidad? ¿O tal vez la búsqueda de lo divino? Sea cual sea su manifestación, esta búsqueda persiste como una "piedra en el zapato" de la humanidad, un recordatorio constante de nuestra incesante necesidad de perseguir aquello que está más allá de nuestro alcance inmediato.
El filósofo, al igual que el alquimista, se embarca en esta búsqueda trascendental. ¿Son acaso dos caras de la misma moneda? ¿O quizás manifestaciones de un mismo impulso humano? Ambos persiguen lo inalcanzable, lo que escapa a la comprensión inmediata, motivados por un deseo innato de conocimiento y transformación.
Sin embargo, es posible que la verdadera piedra filosofal ya esté con nosotros, oculta a plena vista. Quizás la ignoramos lo suficiente como para no escuchar sus sutiles interrogaciones. O tal vez, en una paradoja intrigante, la piedra filosofal se aleja de nosotros a medida que nos alejamos de nosotros mismos, de nuestra esencia más profunda.
En este sentido, podríamos concebir la piedra filosofal no como un objeto externo, sino como algo intrínseco a nuestra naturaleza humana. No requeriríamos de elementos externos para alcanzarla; la clave estaría en nuestro interior. Esta perspectiva nos invita a una introspección profunda, a un viaje interior tan valioso como cualquier búsqueda externa. Y es aquí donde se puede iluminar aquel objeto que pasa y deja incertidumbre y más misterios en su presencia: la pregunta. Quien usa este elemento puede ir más allá, y el individuo que está preparado para su uso es el alquimista, aquel que puede reconocer su piedra filosofal como un elemento que trasciende, que transforma en oro todo lo que su mente intenta conocer. Aunque no tenga un fin, su misma búsqueda es la piedra que puede usar para encontrar una vida en la cual sea valioso como el oro.
En conclusión, la metáfora de la piedra filosofal nos ofrece una rica veta de reflexión sobre la condición humana, nuestras aspiraciones y la naturaleza de nuestras búsquedas más profundas. Nos recuerda que, a menudo, el verdadero tesoro no está en el destino, sino en el viaje mismo, en el proceso de crecimiento y autodescubrimiento que emprendemos en nuestra incesante búsqueda de significado y trascendencia.
Perdón lo largo, no pensé que se fuera alargar tanto :D.
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