CHEN DEL LLEREL Y LAS MONULAS PERCIBIDAS COMO SERENIDAD



“Gelassenheit”. En alemán, serenidad. Concepto clave en el pensar heideggeriano. La mirada monular nos invita a involucrarnos, a insertarnos, a comprometernos, a confiarnos, a entregarnos, a soltarnos, a desasirnos, a abandonarnos, a desprendernos, a dejarnos ir hacia la textura de lo otro, con una “sabia serenidad”. Las Monulas nos invitan a mirar el mundo y sus texturas desde una sabia serenidad. Entrar a Chen del Llerel es acceder a la totalidad y al surgir del sentido nuevo que otorga una mirada renovada. las Monulas nos invitan a suspender todo razonar calculador y a prepararnos para recibir el milagro de lo viviente. 

La paz, fundamento de la serenidad, procede del latín “Pacisco”: compactar, atrapar, atar, unir. La mirada Monular compacta la totalidad del mundo desde la paz, la tranquilidad y la serenidad de lo que se ofrece como “sentido total”, como “unidad completa de sentido”. Las Monulas nos invitan a recibir los dones del sentido como “totalidad” habitando en la paz y la serenidad de las cosas mismas.


El desasimiento, la “Gelassenheit” de la mirada monular, nos convoca a fundirnos con lo que contemplamos  insertándonos en una unidad que borra cualquier tipo de separación. Las Monulas propician la aparición de lo viviente percibido como totalidad. La “serenidad” ante las texturas, significa no querer desintegrar el mundo racionalmente, ni querer dirigir sobre las cosas una mirada apropiadora, certera e inquisidora. La mirada de un Totumo “deja ser” las texturas desde lo que son por sí mismas y no desde su utilidad. En Chen del Llerel, las texturas no están llamadas a prestar ningún servicio. Las Monulas no tienen por qué servirnos para algo. Las texturas del mundo simplemente existen y son con nosotros en una sola armonía del Ser, aquí y ahora.



 

Comentarios

  1. El contemplar las cosas sin llegar a alterarlas es una de las características del pensamiento de Heidegger. No se busca imponerle a las cosas nuestra visión de lo que son, sino contemplarlas en su fluir. En lugar de construir la presa que detiene el río para convertirlo en electricidad, el filósofo hace un molino para su hogar, aprovechando el fluir sin alterarlo.

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  2. Siempre vemos, nunca observamos. Pasamos la vida sin tener la cortesía de admirar, de observar detenidamente la naturaleza al mismo estilo que lo hacía el maestro Basho. Del mismo modo ocurre con los otros sentidos, pues no percibimos con cuidado lo que se nos presenta a causa del afán en el que se vive en el día a día. No dejamos que la fuerza con la que las percepciones llegan a nosotros nos envuelvan, sino que las modificamos en textura, olor, sabor, no las dejamos ser porque anteponemos nuestros deseos, cuando la realidad es que sería más satisfactorio y enriquecedor percibir, sentir y dejarse llenar con el ser de las cosas, las cuales son pormenorizadas cuando no cumplen las expectativas de nuestros sentidos, ya que siempre esperamos la delicadeza del satín por encima de la rugosidad de una cobija de lana virgen. Si nos esforzáramos por dejar el querer manipular todo a nuestro antojo para reemplazarlo por el querer recibir las cosas en la magnitud y forma en que son, quizá el cómo percibimos las cosas sería más reconfortante, daría más luces y deseos de responder diariamente por lo que es nuestro ser.

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