Este es precisamente el punto de partida. El síntoma del que nacen las Monulas. Por qué el ser humano de nuestra época se siente sólo, vacío y despojado? Por qué nada de lo que lo rodea parece llenarlo ni satisfacerlo plenamente? Lanzado permanentemente hacia los ideales inalcanzables del futuro, la vida se reduce a un desear, a un esperar, a un añorar lo que habrá de venir, lo que un día será.
Y en esta carrera, el presente se convierte en carga. El aquí y el ahora pierden su brillo y su fuerza propiciatoria.
Esto me ha venido conmoviendo desde mi más temprana infancia y gracias a la Filosofía y al arte, he podido ir dándole forma, contenido y explicación a esta realidad: Por qué nadie es feliz dónde está? Por qué nadie es feliz con quién está? Por qué nadie parece satisfecho haciendo lo que hace? Y por qué todos esperan, sueñan, anhelan, corren sin prisa hacia la promesa de una realidad mejor?
Con estas preguntas en lo más profundo de mi corazón llega a mi vida Martín Heidegger y las bellas reflexiones de la fenomenología. El aquí y el ahora con su máximo brillo. El ser y el tiempo proyectado en lo cercano y lo sencillo.
No solo desde diferentes posturas filosóficas sino también desde otras perspectivas se sabe que desgraciadamente el hombre jamás podrá conformarse con aquello que tiene porque siempre necesita más, desea más; pero cae en el error de pensar que al tenerlo todo (sobre todo lo material) va poder construir una vida de felicidad y dicha infinita, aquí puede notarse algo que Heidegger menciona y es que el ser humano ha alejado su pensamiento del mundo porque imagina un ideal en vez de una realidad, siempre está soñando fantasiosas ideas que a la hora de darse cuenta de que no pueden ocurrir cae en el más oscuro agujero negro y piensa que ya nada tiene sentido; también acaba anotar aquí que no se da la oportunidad de estar y sentir sobre todo su carne, de conocerse pero la más importante de amarse porque está en el afán de la sociedad en cual vive, en compararse con los otros y dejarse ser valga la redundancia Ser-ahí por que si tuviera la capacidad de hacer esta acción entonces de verdad sabría vivir su vida y no sobrevivir a su vida como muchas veces sucede
ResponderEliminarLamentablemente es verdad; conforme crecemos dejamos de disfrutar las cosas sencillas y espontáneas, planeamos metas a largo plazo donde decimos: "cuando tenga esto seré feliz, si hago esto viviré mejor...". Pero dejamos que vaya pasando el tiempo, viviendo de manera vacia y creyendo que solo necesitamos avanzar más para vivir en armonía. pero, cuando giramos la mirada para ver lo que hemos hecho vemos el tiempo desperdiciadoy las cosas buenas que no disfrutamos como deberíamos, se tornan en cosas que perdimos por pensar en el futuro.
ResponderEliminarHeidegger nos da un punto bastante completo sobre porque sentimos nuestra existencia vacía: me gustó bastante y siento que en relación con las monulas nos puede ayudar a dejar de menospreciar lo que tenemos [no material] que no es de nadie, solo nuestro además de estar felices por esas silenciosas cosas que hacemos a diario sin pensar en que alguien más lo tenga o cuánto costará. Es preciso dejar de mirar solo de lo que carecemos y pensar en lo que tenemos. también considerar el presente y el futuro sin perder la mirada en nuestras metas que prometen felicidad cuando se puede tener desde ahora.
El ser humano especialmente el de esta época ha caído en la edad del querer tener. Gracias a una cultura capitalista, el deseo del poseer y tener por encima del ser, es lo que probablemente nos ha llevado al tedio de la existencia. Considero que debemos dejar de mirar por un rato las peticiones de las dinámicas sociales, y abrir los ojos al ser ahí, a ver las flores y el sol en la mañana, a disfrutar del café, de la comida en general, de las buenas conversaciones, del amor y la amistad, de la vida misma sin más, fuera de tantas cosas que nos pide este mundo. Vivir por vivir, fuera de llenar las espectativas de una sociedad consumista y fría.
ResponderEliminarLa primera pregunta que me hice al leer el titulo de esta entrada fue: ¿qué significa mirar?, para ello acudí a la etimología de la palabra "mirar" y noté que esta proviene del latín mirari, que significa admirarse, y admirarse según la RAE es: "contemplar con interés y placer algo de cualidades extraordinarias". Ahora bien, si mirar implica admirar, para mi una de las claves por las que el hombre de hoy, y toda una civilización, la occidental, está en decaimiento es porque ha dejado de admirar a las personas, las cosas que nos rodean: las que están cerca o lejos, etcétera, etcétera.
ResponderEliminarEs decir, que nos hemos acostumbrado a las cosas y a las personas, por tanto, ya nada nos sorprende, nada nos inquieta, todo nos parece "lo mismo", "lo de siempre", no hay curiosidad o novedad en nuestra mirada solo hay costumbre, es decir, que miramos con el peso del tiempo, aspecto que aniquila la admiración y el progreso humano.
Occidente había tomado las magnificas ideas de cosmos y logos de los griegos como una manera de entender el mundo y de vivir en él, el cosmos significaba que toda la realidad tenía un orden y una finalidad, y logos indicaba una ley eterna, universal y necesaria que ordenaba el cosmos, por cientos de años, la civilización occidental, la nuestra, se construyó a partir de estas ideas, después, se fueron agregando la Verdad del Cristianismo y el derecho de los romanos, estas ideas hicieron posible los avances más impresionantes para la humanidad en ciencia, tecnología, medicina, arte, filosofía, teología, entre otras. La pregunta es ¿qué nos pasó para llegar a este decaimiento?
Yo pienso que se debe a los siguientes factores: primero, al olvido de la Verdad, de hecho hoy a muchos no les gusta hablar de La Verdad sino de "mi verdad" y "tu verdad", de esta manera se desprecia el sentido común y la búsqueda de un fundamento sólido en el cual anclar la vida.
Por otro lado, está el olvido de los conceptos filosóficos que se han sacado de la realidad, tales como: esencia, naturaleza, substancia, etc., lo cual deja al hombre en un relativismo absoluto, pues, si no hay una naturaleza que defina las cosas o entes de la realidad, todo queda a la opinión de cada uno.
En definitiva, el olvido de estos aspectos han hecho que el hombre de hoy, sobre todo, los de occidente queden totalmente desarropados, sin ni siquiera una luz que guíe el camino, estamos en una total oscuridad, y peor aún, sin linterna y tapándonos los ojos con las manos.
Creo que gran parte de la solución a este decaimiento es volver a estas ideas que nos han robado, y de lo cual, nos hemos dado cuenta tarde, y lo peor es que el ladrón nos lleva mucha ventaja.
El ser humano a lo largo de su vida culturalmente va aprendiendo a anhelar cosas que no tiene y desea volver a épocas en la que se cree fue feliz, sin permitirse disfrutar del ahora.
ResponderEliminarEste afán por el querer vivir en destiempo con el ahora lo lleva a divagar en una vida que no le satisface, que no lo llena, porque al momento que logra algo no lo disfruta por el hecho de que ya tiene de inmediato otro deseo que lograr y no se para a disfrutar la meta a la que se a llegado. Ese hambre de más que culturalmente se maneja no permite disfrutar del ahora, del momento, de la vida.
La sociedad actual percibe el tiempo semejante a como se percibe un líquido, moldeable, pero incontenible, tangible, pero incontenible, los días pasan por los hombres como el río pasa por el valle, sin aferrarse a nada en concreto porque los más relevantes no es un átomo de hidrógeno ligado a dos átomos de oxígeno, no, eso no es lo que le importa al río, le importa el flujo constante por lo que no puede aferrarse a nada específico, el hombre en los tiempos que transcurren se aferra al caudal y no a los átomos, vemos todo como un escalón para lograr algo más, y en esa búsqueda constante de algo que concebimos como “mejor” nos vamos desprendiendo de eso que podríamos haber llamado nuestro y sin saber que es propio de nosotros nos vamos perdiendo a nosotros mismos.
ResponderEliminarPor: Brayan Daniel Patiño Vera
ResponderEliminarQuisiera empezar esta reflexión con lo dicho por Nietzsche cuando hace alusión al arte, para él el arte es es la actividad metafísica por excelencia pues solo con fenómeno estético se justifica el mundo y la existencia, somo fundamentalmente proyecciones o imágenes, reflejos de un potencial creativo que surge de la naturaleza misma, un potencial que proviene de la vida misma. Mediante el arte podemos revelar el ser, podemos ser nosotros mismos. Por esta razón, no tenemos que dejar pasar el ahora, tenemos que existir manifestándonos en nuestro entorno, siendo fuente creadora de existencia, la existencia del yo.
La obra de arte cobra importancia en nuestra realidad por ser una extensión de nuestro querer, por ello no se debe menospreciar ni clasificar, simplemente ser por medio de ella. La obra de arte se aproxima a nuestra verdad, a nuestro mundo y a nuestro querer. Por ello, cada obra de arte de nuestra realidad debe estar empañada de nuestro ser. Pero, es allí donde se debe recalcar que el artista debe ser creativo, unirse a su realidad y explorar nuevas formas que lo lleven a sentirse libre. No pensar en lo que ya fue ni tampoco en lo que vendrá, simplemente ser en el ahora, llenando su presente con nuevas satisfacciones y dejando a un lado lo incierto.
El afán de obtener, conseguir, mostrar, hace que el ser emprenda una carrera hacia su destino. Un destino que no parece claro y que se caracteriza por tener infinidad de obstáculos. Perder de vista el presente, y caminarlo, vivirlo, inclusive sufrirlo, es lo que nos permitirá tener las competencias para pasar los obstáculos. Cada día trae su propio afán. Contra quién estoy corriendo si yo soy la medida de mí mismo. Como no parar y tomarme un café pensando en lo rico que está. NO hay nada más engañoso que un futuro incierto y nada más dulce que un presente sensible.
ResponderEliminarEl arte es fundamental para enmendar el entendimiento sobre el entorno. Analizando en profundidad los fenómenos de la vida ordinaria. Sin embargo, el placer, el dinero y el honor son la relación pobre con el entorno porque estas se ven como fines en sí mismas. si bien el ser humano es inconforme porque esta caracteristica le permite perseverar su ser y acrecentarlo. El Arte y la filosofía replantean el significado y el valor el fin superior. La relación mente-entorno demanda que haya una relación simétrica de la presencia con la cual impregnamos el mundo propio y el que compartimos mediante posturas artisticas y filosóficas.
ResponderEliminarDesde el punto de vista de Heidegger, el vacío emocional que tiene el mundo moderno se debe a que en estos tiempos todo se caracteriza por un enfoque en la tecnología y la producción, en lugar de la contemplación y la reflexión sobre el ser. Lastimosamente, el ser humano moderno se ha vuelto cada vez más desconectado de la naturaleza y del mundo que lo rodea, y ha caído en una forma de vida superficial y sin sentido. También plantea Heidegger que el sentimiento de soledad, vacío y despojo que experimenta el ser humano de nuestra época se debe a una desconexión del ser y una pérdida de la autenticidad. Pero no todo es tan malo, siempre se puede volver a conectar con el ser y buscar una comprensión más profunda de nuestra propia existencia.
ResponderEliminarEn una mirada fenomenológica el ser esta comprendido por su existencia, básicamente todo lo que comprende a partir del habitar, de su naturaleza, cuando el hombre deja de sentir, esta identidad y en cambio prefiere perseverar en lo vacío, entonces en ese momento se deja a un lado una existencia completa, una vida de identidad, y por lo tanto se experimenta un sin sentido, una vida que puede considerarse vacía, pues esta no tiene propósito para la identidad natural, esto nos deja sólo con nuestras esperanzas y metas efímeras, de las cuales ninguna se cumple porque no nos aferramos a nuestra identidad. ¡¿Cuál es la identidad que debemos buscar? Para nuestros adentros Heidegger nos dice que mediante esta "aleteia", este desvelamiento fenomenológico de las cosas podremos encontrar en nuestro ser el desvelameinto del ser, es en este estado ONTOLÓGICO que nos encontramos a nuestro "oraculo" con respuestas para nuestra existencia.
ResponderEliminarJuan Camilo Fonseca Calle
EliminarLa superación de la pobreza no puede ser simplemente una cuestión de proporcionar más recursos materiales a las personas, no es tener un celular, el mejor computador o el carro de último modelo, pues no es siginifica para Heidegger falta de recursos, sino una forma en donde no estamos conectados con el mundo, ahora, la superación por la misma debe ser un cambio fundamental en nuestra forma de entender y relacionarnos con el mundo. la pobreza no es solo una falta de recursos, sino una forma de ser que nos aleja de nuestro entorno y nos impide experimentar la plenitud y la riqueza de la vida. Si queremos superar la pobreza de la que nos habla Heidegger, debemos cambiar nuestra forma de interactuar con el mundo y reconectarnos con la naturaleza y con nuestra propia esencia como seres humanos.
ResponderEliminarLa necesidad de una reflexión profunda y compleja sobre la condición humana y su relación con el entorno, que es un tema recurrente en la filosofía. Esta reflexión nos invita a cuestionar las formas en que nos relacionamos con el mundo y a buscar una conexión más auténtica y significativa con el entorno que nos rodea. Además, en la filosofía y el arte encontramos herramientas útiles para explorar y comprender estas cuestiones. En este sentido, podemos decir que este tipo de reflexiones que invita a la búsqueda de una vida más reflexiva, más consciente y más rica en significado, en la que el ser humano pueda encontrar una relación más plena con su entorno y con su propia existencia. Esto en contraposición de una visión pesimista, decadente y sumida en la quietud que se presenta como un síntoma de una enfermedad actual.
ResponderEliminar-Laura Rangel Barrera
La necesidad de una pregunta por el presente y hasta de una pregunta por la pregunta no está a la mano de todo el mundo, propiamente el Da-sein es el único que se interroga por el sentido del ser, y no toda persona lo hace en la medida que no le interesa, desear que a alguien que de por sí nunca le ha interesado el ámbito propio de la pregunta de repente le interese es un deseo fútil, porque la pregunta sólo se entiende enseñando a dudar y a pensar, cosa que centra la tarea del dudar y del pensar en un ejercicio pedagógico de gran importancia, si el que enseña sabe heredar la duda que lo invade a él, en ese caso hablamos de más personas que se preguntan, y que en la medida que se preguntan se deben más al presente que al pasado o al futuro, pues se inclina por la pregunta ¿qué es esto?, lo que lleva a siempre preguntar por lo cercano o lo familiar. Aquel que se interroga por el sentido del ser (el Da-sein) es resultado de una tarea pedagógica de gran dificultad.
ResponderEliminaren la actualidad cabe plantearse la pregunta por el sentido del (Da-sein) que hasta nuestros tiempos ha adquirido una connotación que nada ha tenido que ver con lo propuesto por Heidegger, como aquello que interroga, que cuestiona y profundiza en aquello que es el ser tal y como es, algo que ya no es muy común entre las personas puesto que la extravagancia y el exceso de las cosas nos han hecho desviar la mirada de lo que somos nosotros mismos en tanto que seres humanos, de aquí la importancia de volver a la esencia de las cosas con la pregunta ¿qué es? que permita reorganizar el sentido de las cosas y se les otorgue un nuevo y mejorado sentido desde el ser autónomo de cada uno desde un desarrollo pedagógico profundamente complicado ya que casi nadie se quiere preguntar
ResponderEliminarpor lo que es.
El Da-sein dispuesto a responder y seguir preguntando, a pensar mientras está pensando, estando consciente del proceso es también el resultado de una labor pedagógica progresiva que necesariamente hubo confrontado al mismo Da-sein en puntos anteriores de la vida. Preguntarse por el Ser sin angustia no es una labor sencilla de llevar a cabo, más sí puede calificarse como simple. Es esta marcada e ineludible simplicidad la que mayor conflicto podría causar, porque el alcance a lo esencial representa sobrepasar obstáculos de niebla interpuestos por los discursos de la sociedad y el miedo del Da-sein hacia sí mismo en tanto que suele pretender a estar siempre más allá de lo que está, a ser diferente a lo que es. El Da-sein que se ha atrevido a ser la pregunta en sí misma, a actuar como si lo fuera, por tanto, habrá requerido un proceso formativo y confrontativo con lo que actualmente le representa, le interesa, se le da o le disgusta; y esto implica a su vez haber tenido la capacidad de tornar la pregunta en las paredes de su hogar, entrando y saliendo, respondiendo y escuchando cada que a este se acerca... sin angustia. Ese Da-sein está tanto activa como pasivamente apuntando a las esencias. Llegar a este punto, pues, merece mucho esfuerzo y más bien, menor resistencia. En aquello es que el Da-sein dispuesto a interrogar ha entrenado sus afectos y enfocado sus sentidos, ubicándose y cerrando o abriendo los rangos de percepción si es necesario para estar consigo mismo, platicando serenamente con las paredes.
ResponderEliminarSofía Ávila
Alejandra M: Heidegger, con su enfoque en el ser-ahí y la fenomenología, nos recuerda que la plenitud no está en lo que falta, sino en habitar con autenticidad el aquí y el ahora. La infelicidad surge cuando convertimos la vida en una promesa eterna, olvidando que el sentido se revela en lo cotidiano, en lo que ya somos y tenemos. El arte y la filosofía, como herramientas de comprensión, nos ayudan a redescubrir el brillo de lo inmediato y a dejar de vivir como exiliados de nuestro propio tiempo. La verdadera libertad no está en correr hacia adelante, sino en arraigarse en el presente con lucidez y gratitud.
ResponderEliminarA mis 87 años, después de haber vivido tantas etapas, desde el mando como coronel de la Policía hasta los años dedicados a la educación y ahora como estudiante y aprendiz del arte, no puedo sino sentir que las preguntas que plantea el texto resuenan en mí. He visto a lo largo de la vida cómo el ser humano, sin importar la época o la edad, parece estar siempre buscando llenar vacíos. He visto a jóvenes ansiosos por alcanzar metas que, al lograrlas, pronto dejan de satisfacerlos, a adultos corriendo detrás de mejores cargos, mayores ingresos, más reconocimiento, y a ancianos como yo que a veces caemos en la trampa de añorar tiempos pasados creyendo que en ellos estaba la plenitud. Siempre se quiere lo que no se tiene y siempre se siente que lo que se tiene es insuficiente.
ResponderEliminarEn mis años como director de colegios vi esta carrera perpetua en cada generación. Los estudiantes deseaban salir del colegio para ser adultos, los adultos deseaban volver a la juventud, los maestros soñaban con jubilaciones tranquilas que luego se llenaban de nostalgia y silencio. La vida, parece, se nos va entre lo que esperamos y lo que lamentamos. La autora habla con razón de que el presente se convierte en carga. La fenomenología, en especial en Heidegger, me ayudó a entender esto de otro modo. El aquí y ahora es el único lugar real donde el ser se manifiesta. Lo cercano, lo sencillo, lo que tenemos entre manos, posee un brillo que a menudo ignoramos por estar mirando hacia adelante o hacia atrás.
El arte hispanoamericano me lo ha recordado en cada pincelada. Desde que decidí aprender a pintar al óleo, he sentido en mis propias manos ese diálogo silencioso con la materia. Al principio, fue un reto. El óleo exige paciencia, aceptar que el color no siempre se comporta como uno quiere, que hay que esperar, observar y, sobre todo, dejarse guiar. En ese proceso, descubrí que nuestros grandes maestros nunca buscaron mundos ideales. Lo que ellos plasmaron fueron las escenas del día a día, cuerpos que bailan con alegría o con nostalgia, paisajes que resisten el paso del tiempo, colores que narran historias de lucha, de encuentros y de ternura.
Lo mismo sucede con nuestra música, tan rica y diversa. Hispanoamérica ha dejado su huella en el mundo gracias a artistas que, desde lo popular, supieron contar quiénes somos. Cada país aportó su voz, sus ritmos y sus emociones. En esas canciones también habita la vida cotidiana, esa que a veces no valoramos por estar distraídos en sueños lejanos.
Hoy, con la serenidad que dan los años, comprendo que lo esencial siempre ha estado al alcance de la mano, en la materia que tocamos y en la textura de lo vivido. No hay que ir lejos para encontrar sentido. Basta con detenerse, mirar con otros ojos y escuchar lo que el presente susurra. Solo así, creo ahora, podemos reconciliarnos con ese vacío que a veces sentimos, un vacío que quizá solo nace porque no supimos, o no quisimos, mirar lo que siempre estuvo frente a nosotros.
Vivimos en una época donde el éxito ha sido secuestrado por la imagen, y el alma, mendiga sentida entre vitrinas brillantes y promesas huecas. Nos han enseñado a mirar hacia afuera, a medir nuestra valía por el reflejo de los otros, por la acumulación, por el logro visible. Y en esa constante comparación, el entorno se marchita, se convierte en fondo borroso, en escenario sin alma.
ResponderEliminarEl interior se vacía. El corazón se convierte en una vitrina más, que cambia de decorado según la moda espiritual del momento. Y el entorno, ese que antes nos hablaba en susurros, la lluvia, el gesto ajeno, la caricia del tiempo, ya no tiene voz. Porque hemos dejado de escuchar. Porque mirar con profundidad se ha vuelto un acto subversivo.
Todo es correr, aspirar, producir. ¿Y para qué? Para llenar una ausencia que no se sacia con diplomas ni seguidores. La vida se ha vuelto un proyecto pospuesto, una lista interminable de metas que siempre prometen, pero nunca abrazan.
La autenticidad, esa forma sagrada de estar en el mundo, ha sido sustituida por una teatralidad angustiosa. Por eso nadie es feliz donde está: porque estar se ha vuelto un verbo obsoleto, inútil frente al tener, al lograr, al escalar.
Es ahí donde nace la verdadera esencia: como grito y como eco. Como un susurro que recuerda que lo esencial no necesita ser admirado, ni compartido, ni rentabilizado. Que el entorno, cuando se mira con alma, es abundante. Que el presente, si se habita, es suficiente. Y que el éxito más profundo es, tal vez, desobedecer todas las visiones de éxito rentable, aquella decadencia de relación con el entorno.
La añoranza infantil no responde a la nostalgia de un tiempo cronológicamente pretérito, sino a una forma prerreflexiva de ser-en-el-mundo cuya facticidad no se experimentaba aún como una carencia. El «colapso» entonces no es más que el colapso de ese estadio pre-lógico donde la percepción aún no mediada por categorías instrumentales posibilitaba una relación inmediata con lo dado. ¿No es esta una paradoja de los más cruel? La racionalización del mundo, que en un inicio prometía el desarrollo de un mundo abierto a las posibilidad, nos ha expropiado del mundo mismo.
ResponderEliminarNo es que hayamos privado a nuestra capacidad de maravillarnos por las cosas más básicas o por las texturas más sencillas; es que el sistema nos ha entrenado para referirnos al mundo sólo como proyectores de futuros hipotéticos. Por tanto, la melancolía contemporánea no es necesariamente una realidad psicológica, sino una cuestión ontológica: surge de la conciencia difusa de que hemos sido desposeídos de nuestro derecho al presente.
La cuestión de la infelicidad generalizada adquiere aquí su respuesta con mayor crudeza: el problema no radica en la falta de adaptación de los individuos, sino en una estructura de la existencia que hace de la inautenticidad su normativa. Cuando Heidegger describió la angustia como una disposición afectiva que revela el ser-ahí frente a su nada, no anticipó que el capitalismo tardío convertiría esta angustia en mercancía.
Lo que más nos duele como humanidad podría ser entonces la pérdida de la inocencia y la constatación de que el mundo adulto en el que tenemos que reposar la espalda en un mundo que es menos real que aquel mundo infantil. La niñez (elijo creer desde el fondo de mi corazón) no fué una vana ilusión: éramos nosotros viendo con claridad. La edad adulta, en cambio, es el ruido constante de demandas y exigencias que nos alejan de lo esencial, y es por eso que eventualmente me pregunto si la tristeza que llevamos dentro no es el recuerdo persistente de que una vez supimos vivir de verdad (o quizás soy yo y sea equivoco querer totalizar esta experiencia en los demás). De esta manera, no sería equivocado concluir que esta no es una nostalgia por un tiempo pasado, sino duelo por un modo de existencia arrebatado sin consentimiento.